Mutame
o Matame. Abril
2013
Televisión.
Fútbol y Política el reflejo de la realidad.
Todos, o la gran mayoría, estamos muy disconformes
con la realidad; queremos otra cosa en muchos aspectos, queremos cambios, profundidades, grandezas
y cuestiones esenciales hoy abandonadas
o perdidas.
En muchos de los casos creemos que nos
debemos una evolución en los temas, las ideas y las personas; pero en otros
tantos la deuda y la angustia aparecen porque creemos firmemente que los
tuvimos y los perdimos; y eso se debe a que simplemente esas realidades
mutaron:
Mutar: mudar
/ transformar de forma, de aspecto, de carácter o de costumbre.
Antes
eran y hoy ya no son:
Televisión:
Antes:
Los “reyes” de la TV eran los artistas, buenos actores o actrices, historias de
novelas atractivas y entendibles, sobrios conductores, programas cuya calidad,
contenido o esfuerzo “atravesaban” la pantalla o el carisma personal se sostenía
con su trayectoria o demostración de dones que producía admiración general, por
ende audiencia y éxito.
Hoy:
Su Majestad el minuto a minuto
determina la permanencia. Solo es necesario “medir” para pertenecer al mundo
televisivo, y esa medición se logra con conflictos reales o inventados,
rarezas, morbo, peleas bizarras, muestras de mal gusto o simplemente de
personalidades irritantes cuyo aporte es nulo de toda nulidad. Personajes de
escaso o inexistente sentido de integridad cuyo horizonte de vida solo es el de
mostrarse y ser reconocido, para nada importa porque motivo, razón o
circunstancia. Las “mediciones”, sean
estas a partir de verdades o de ficciones, inmoralidades o sensatez; son las
que marcan la permanencia y continuidad televisiva, Todo los valores que “antes
eran”, hoy ya no son porque no miden de manera satisfactoria a los intereses
comerciales por la cantidad de audiencia logrados..
Fútbol
Antes:
El deporte del pueblo, de la gente; simplemente lo era porque era el reflejo de
la vida misma. Porque de chiquitos, al
jugarlo, los varones se acostumbraban a saber qué lugar podían ocupar entre sus
pares, y cual no, las ventajas de ser el dueño de la pelota, la habilidad de
rodearse de los mejores para cada puesto y situación en la “pisadita” previa. Y
al ser espectador, el manejar las emociones de los éxitos y los fracasos; saber
moderar la euforia del triunfo heroico y no dejarse vencer por las depresiones
que causaba la derrota inesperada. Todo en un ambiente pródigo de códigos,
lealtades y éticas de convivencia con nuestros pares, y de tácticas y estrategias
defendidas comunitariamente frente a rivales que, rara vez, excedía la categoría
de “escaramuza violenta” en los eventuales desmadres.
Ahora:
Es un “espectáculo deportivo” donde las reglas y motivaciones están mas ligados
con la rentabilidad que con la habilidad con los pies. Co-existe una mixtura
extraña y peligrosa donde convive la pasión desenfrenada del espectador, con
los horizontes poco claros del futbolista y su representante que le desarrolla
una avidez por la plata por encima de defender el arco propio y atacar el
contrario, y los intereses económicos de grandes empresas que, sin escrúpulos,
fuerzan las reglas deportivas; todo comandado
por dirigentes amateurs de escasa, nula o violable capacidad. Por si fuera poco, la pasión descontrolada dio
lugar a la droga y sus enormes negocios paralelos generando la “barra brava”
como organización de choque, jerarquía vertical y estructura poderosa al
servicio del corrupto de turno con la brutal connivencia de las fuerzas
policiales y políticas del lugar de
origen, y aún mas lejos.
Política:
Antes:
Los ideales personales y comunitarios marcaban el rumbo a seguir. Debido a que,
como siempre ha sido “cada hombre tiene su precio”, estos principios solían
torcerse, pero la idea básica seguía su curso sin el /los caído/s en pecado de
turno. O si simplemente había divergencias con la columna de pensamientos, se
producía una bifurcación del camino
emprendido, con las modificaciones del caso y a “remarla desde abajo”. “Hacer política” era sólo contagiar ideas,
intentando multiplicarse para que, por mayoría, todo se vaya transformando de
manera lo mas armoniosa posible y con la mayor cantidad de militantes activos.
Hoy:
Los ideales y las cantidades están subordinados al poder. Las ideas sin poder
de parte del que las tiene, no significan nada. Las minorías están condenadas a
dejar de serlo simplemente para ser escuchadas, y ni hablar para ser
consideradas. “Hacer política efectiva” hoy significa “construir poder concreto“; sin poder concreto no existe la
política efectiva, todo se reduce a meras ideas tan solo atractivas o
emocionalmente conmovedoras, hasta ahí solamente. La política actual, y sus
métodos, han alejado aún más a las utopías. Lo que es peor aún, practicamente
no interesa de donde se obtiene el poder, simplemente hay que poseerlo para ser
una herramienta activa de la política reinante.
El
problema:
Evidentemente estos temas, tomados de manera
muy resumida y solo como muestras de nuestra modernidad, han cambiado, han
mutado; y la mala noticia es que no conozco nada de lo que muta que vuelva a su
estado original (habrá?), no solo no conozco, sería racionalmente imposible que
así sea; cuando algo se aleja de su referente nunca vuelve a el, simplemente va
en busca de nuevos horizontes disfrazado de cambios evolutivos; ya nada será
como era.
La
conclusión:
Releo
los antes, los ahora, y el problema; y solo queda una salida valedera; mutar a
mejores y mas valederos destinos lo ya
mutado. Eso señores se llama evolución positiva. Asumir que ya nada será como
era por ley natural, estamos obligados a cambiar, mutar una vez mas y esta
vez capitalizando los errores cometidos y afirmando los aciertos.
Creemos erróneamente que el “que se vayan
todos”, o “rompamos todo” dará lugar a cambios radicales o revoluciones
regenerativas; y la realidad histórica nos demuestra que es imposible desde
esos puntos de partida o de pensamiento. Solo es posible generar mutaciones
desde “adentro”, y ello solo es posible desde “el estar involucrado en las
mutaciones”, ser sabios transformadores de la realidad desde la propia
realidad; poniendo los pies en el barro e intentar secarlo; meterse en las
aguas y tener fe que estas se abrirán; no solo esperar que se abran para
atravesar los inconvenientes, eso nunca fue así, ni lo será.